La Gran Recogida de Alimentos los próximos 28 y 29 de noviembre, es una excelente ocasión de ser útil y echar una mano a la gente que realmente lo está pasando mal.
Es muy fácil, os podéis inscribir en el siguiente formulario, ¡ hazte voluntario !.
La Gran Recogida de Alimentos los próximos 28 y 29 de noviembre, es una excelente ocasión de ser útil y echar una mano a la gente que realmente lo está pasando mal.
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El Banco de Alimentos de Salamanca. Cuando se precisa lo imprescindible.
Cuando falta lo más necesario se impone la dignidad. La calidez de la entrega, la seriedad de una institución que tiene la responsabilidad de ocuparse del hambre más cercana, esa que es la más acuciante, la más sorprendente. La de aquellos que nunca hubieran esperado que la crisis económica les privara de lo más imprescindible: el pan nuestro de cada día. Y calidez, seriedad y responsabilidad son etiquetas que bien podemos adjudicar al Banco de Alimentos. Hacer una gran labor, lo más rigurosa y honrada posible, afirma Godofredo García Gómez cuando le pedimos que defina aquello que les caracteriza.
La palabra banco nos remite al dinero, a la crisis, a la falta… sin embargo, el alimento es consolador y cotidiano. Por eso esta institución, cuyas iniciativas tienen una respuesta inmediata en la sociedad salmantina, a menudo fría y pronta a la descalificación, merece inmediatamente nuestra confianza, nuestro gesto solidario ¿Qué hace del Banco de Alimentos una etiqueta que nos quita el hambre de la desconfianza? El inmediato sentido común que guía sus actuaciones.
En una sociedad paradójica que destruye los excedentes alimentarios y contamina en un ejercicio de despilfarro ¿quién no ha pensado que todo aquello que desechamos puede servir para aquellos que nada tienen? Cuando en los años cuarenta un voluntario retirado del Estado de Arizona, en medio de una cuestación solidaria de alimentos, conoció a una mujer que recogía aquello que dejaban caer los camiones que se dirigían a los supermercados para alimentar a sus hijos, supo que lo más sencillo puede ser la solución más evidente. De la reflexión de John Van Hengel surgieron los primeros Bancos de Alimentos, agrupados en España bajo las siglas FESBAL desde el 1996, la Federación Española de Bancos de Alimentos que ganó, en el 2012, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Organización sin ánimo de lucro, El Banco de Alimentos trabaja con lo más frágil y precisa manos que sepan manipular aquello que ha de ser guardado y repartido con todo el cuidado y el cariño de quien trabaja con lo más preciado. Almacenar, transportar y repartir lo que sobra es un principio en apariencia sencillo que precisa de un voluntariado no sólo concienciado, sino preparado y tenaz, sin fecha de caducidad. Comemos todos los días, el hambre no tiene vacaciones, ni ferias, ni fiestas, ni ceremonias. De ahí la importancia del voluntario capaz de entender aquello que se trae entre manos y, que paradójicamente, gracias a la necesidad y a la generosidad, llena a manos llenas naves que precisan de un reparto inmediato y cuidadoso. La buena voluntad se nos supone a todos, sin embargo la profesionalidad de quienes parten y reparten necesita de seriedad, de rigor, de controles. De trabajo serio, riguroso y constante.
Una seriedad que se impone a las críticas de los que ven en el reparto de ayudas preferencias y abusos. El trabajo del Banco de Alimentos no se reduce a la recogida de los mismos, ya sean donados por particulares en la propuesta “La Gran Recogida”, ni a su almacenaje cuidadoso y a su reparto rápido y equilibrado. El cruce de datos con otras organizaciones consigue que la ayuda no se entregue a quien no lo necesita, y que sea verdaderamente aquello que se precisa, no lo que el demandante quizás desearía. El trabajo de El Banco de Alimentos no tiene nada de superfluo, entrega lo necesario con respeto y humildad, con rigor y constancia. La gestión de los alimentos aportados por el Fondo Español de Garantía Agraria, por las donaciones y excedentes entregados por los diferentes establecimientos, así como su almacenamiento y reparto equitativo a más de ciento cincuenta Asociaciones de Salamanca que se ocupan de distribuirlos entre aquellos que más lo necesitan, se realiza con todo el respeto al medio ambiente y el respeto al solicitante. No hay protagonismo, no hay ideario, no hay ningún tipo de preferencia ni capricho. Se trata de lo indispensable, de lo necesario, de lo justo, de aquello que hubiéramos arrojado en un ejercicio absurdo de despilfarro. La gestión realizada por El Banco de Alimentos, recogida, almacenaje… reparto parece no tener el lucimiento mediático de otras instituciones y actuaciones, sin embargo, qué básico, qué necesario, qué cotidiano y certero es su trabajo. Por ello, según Godofredo García, ningún establecimiento salmantino, ninguna institución se ha negado a colaborar con El Banco de Alimentos cuando este lo solicita. Su seriedad y su rigor son proverbiales.
En tiempos de necesidad y de desconfianza, El Banco de Alimentos realiza su labor calladamente, con la voluntad humilde de “ayudar a ayudar”. Su perfil bajo, les hace aún más visibles entre nosotros, porque se ocupan de lo más cercano, porque hay en su trabajo esa callada constancia del día a día que no precisa de campañas de marketing ni figuras públicas entregadas a la causa. Lo que cuenta es el trabajo, los tiempos, el respeto a quien recibe aquello que justamente precisa. Es la tarea diaria de cada uno de nosotros, procurar el sustento, sustentar, sostener. No parece haber nada heroico en lo que hacemos todos los días, sin embargo, entre los gestores y voluntarios de El Banco de Alimentos, la heroicidad es no permitir esa sangrante paradoja: que falte de comer en una sociedad que destruye excedentes con una absoluta falta de respeto ya no solo al medio ambiente, sino a la dignidad humana. El producto de la tierra es frágil y precisa de un reparto, de una entrega generosa y cuidadosa. Afortunadamente para nosotros, con el sentido común con el que se alimenta a una familia, sencilla y humildemente, El Banco de Alimentos repara la falta, aplica la verdadera justicia y dignifica el producto de la tierra. En tiempos de necesidad, la dignidad es una virtud necesaria. Y ese sí que es un valor añadido a la solidaridad nuestra de cada día que merece todo el reconocimiento y la gratitud de todos.